miércoles, 20 de febrero de 2008

Limar las aristas

x Javier Ortiz

El hábito sí hace al monje. Claro que para ello es imprescindible que estemos habituados desde la infancia a identificar sus vestimentas –estrafalarias, vistas desde otras latitudes– en tanto que señas reconocibles (y normales) de identidad.

Por las mismas, los hábitos de ceremonia de los papas, cardenales y obispos tienen un origen histórico indiscutible, pero mirados hoy con visión del siglo XXI, sobre todo por quienes hace decenios que no frecuentamos los ceremoniales católicos o no los hemos frecuentado jamás, nos producen una viva sensación de extrañamiento. No digamos sus idas y venidas en los altares, sus frases cabalísticas, sus confirmaciones con cachetes (¿no los reprueba la ley?)…

Ítem más: que haya fervientes católicos que critiquen que otras religiones discriminen a las mujeres, cuando su propia confesión establece un tope de promoción femenina más que limitado, es cualquier cosa menos razonable.

No me propongo desprestigiar las prácticas católicas. Estoy tratando tan sólo de criticar a los fariseos que montan el pollo por el pañuelo islámico en la cabeza ajena sin ver el palio sobre la propia. Y no digamos a aquellos que, para más inri, pretenden que la religión católica sea una asignatura más en la Enseñanza de niños y púberes. Esos no tratan de poner un velo en la cabeza, sino delante de los ojos.

Si hay mujeres u hombres que desean colocarse un pañuelo o una kipá en la cabeza, porque así se sienten más identificados con sus comunidades culturales, lo que habrá que hacer con ellos es lo mismo que con el resto: educarlos pacientemente en la igualdad. Será así, y no con prohibiciones, como irán atenuándose sus deseos de segregarse.

Las tradiciones, precisamente porque lo son, vienen de tiempos todavía más irracionalistas (¡todavía!) que los actuales.

Y no sólo las tradiciones religiosas. ¿Qué sentido tiene la corbata masculina occidental? ¿Y que muchas mujeres se pinten la cara y la mayoría de los hombres no? ¿O que se depilen? ¿O que la casi totalidad de los europeos hayamos descartado una prenda tan cómoda como la falda?

Es el roce suave pero constante entre las moles culturales el que acaba por limar las aristas.

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(Aparecido en Público el 20 de febrero de 2008)

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