Republicanos de Girona: ¡Salud y República!
por Manuel F. Trillo
Otra vez el diletante Zapatero vuelve a la carga contra los principios constitucionales republicanos, pues todo el tiempo que media entre 1936 y el día de hoy es una pura transición política, sufrida a sangre y fuego por muchos, con torturas por no pocos, cárceles y multas por muchos más. Aún se velan los muertos, y se seguirán velando en el futuro. Aparecen las fosas por doquier, y en ellas los muertos de un genocidio. Por más que desde el “buenismo” sigan en sus trece de defender lo indefendible, el exterminio se ejecutó sistemáticamente por una banda de asesinos y de dementes al servicio de los poderes económicos. Abundar más en esto es de necios por reiterativo. Quien no lo entienda, que estudie y si no que se vaya al infierno.
He visto a Zapatero gritar como si fuera un loco en la “fiesta de la rosa” algo que hubiera hecho palidecer de vergüenza a su abuelo: “cuatro energúmenos quemaron la fotografía del Rey”. La frase ha alegrado a los tontos de capirote, a los agradecidos, a los memos, y a los de las poltronas. En buena ley el Rey al que se refiere Zapatero es a Juan Carlos Borbón, que figura ahora como Juan Carlos I (¿esperará que haya un segundo?), que ahora ejerce la Jefatura del Reino de España porque un “traidor” (cuántos podemos contar desde Trastámara hasta aquí) que se dio a sí mismo el nombre de Caudillo (“por la Gracia de Dios”) le colocó en el puesto que ocupó por un dictado en la que denominó Ley de Sucesión de 1.947 (designado por el “bandido” como sucesor el 22 de Julio de 1.969). Después de 1978 se considera legitimado este individuo para ejercer la Jefatura del Estado a perpetuidad, él, y toda su descendencia.
Los pactos políticos, y la CE de 1978 es uno más, se agotan, se anulan, se derogan, y aquello dicho por aquellos en aquellos tiempos tan lejanos, deja de tener sentido en estos momentos. Me basta con recordar una anécdota: no hace mucho, en 1995, Málaga, elecciones municipales, Antonio Romero Ruiz -político de poltrona desde hace casi 30años- obtuvo más concejales que el PSOE; enfrente Villalobos -luego ministra de Sanidad, la primera autoridad sanitaria en tiempos de las “vacas locas”-, en el otro lado Martín Toval -elefante del PSOE. Romero creía que sería alcalde de la ciudad. La euforia era tan enorme que unos militantes aquella noche electoral sacaron a relucir una bandera republicana de enormes dimensiones, comenzaron las carreras, las persecuciones y las amenazas por el local para que aquella bandera republicana desapareciera (no quiero repetir aquí los calificativos que les dedicaron a aquellos militantes comunistas). Y ahora son ellos republicanos (“manda huevos”), incluso el fallido alcalde de Málaga. Así que no nos extrañe el travestismo político (republicano-monárquico) de Zapatero. Esto está escrito para demostrar que el tiempo obliga a modificar criterios, incluso de los que disfrutan de poltronas, cuanto más de una población de a pie.
La legitimidad del Rey de España es nula. Tan válida como la compra que hace o el regalo que uno acepta de un ladrón (delito de receptación), y por ello yo convocaría un tribunal. Con el Código Penal en la mano, una vez que se acepte que el poder no se toma por las armas (¿o sí?, ¿es legítimo el poder tomado por las armas?, aclaremos esto, porque entonces cambiamos el plano lógico) y que quien lo ostente es un usurpador, pero que desde el Código Penal, es un robo a mano armada con resultado de muerte y varios delitos concurrentes, la cuestión quedará perfectamente aclarada. Si eso ocurriera en la vida cotidiana, el receptador sería condenado por el delito mencionado, pues Juan Carlos -hombre avisado por sus amigos- sabía el origen de lo adquirido, y cómo fue adquirido aquello que obtuvo del delincuente Francisco Franco y sus compinches.
En Girona, se dice que 400 republicanos se concentraron en la Plaza para rechazar la presencia de Juan Carlos Borbón en su ciudad, pronunciándose contra la monarquía del modo que hay que hacerlo, y tal como se hace en las manifestaciones. Tanto banderas como retratos son símbolos, no son el objeto. La bandera no es el territorio, ni es la “PATRIA”. El retrato, el icono, no es el sujeto, y cuando prenden fuego a los retratos de Juan Carlos I y su esposa, no están agrediendo a la persona, sino que rechazan lo que lo que representan. ¿Acaso algún magistrado del tribunal de excepción, denominado ahora Audiencia Nacional, acusaría a alguien de asesinar a Jesucristo porque queme un crucifijo?. Ninguno lo haría porque sabe que se le tomaría por loco. Sin embargo no creo que haya mayor ofensa para un cristiano, y en ese tribunal hay cristianos.
Se dirá que son injurias, porque así está en tipificado, pero bastaría con que no existiera ese ridículo tipo para que todo quedara en el ámbito que debe permanecer: en el de la lucha política entre monárquicos y republicanos. Y Zapatero es monárquico, y sus colegas también, y el PSOE, y hasta no hace mucho el propio Partido Comunista. No hay animus iniuriandi en el que quema, por lo que el delito tal como está construido, el tipo en el CP, es una burla al Derecho.
Se dice que se injuria a Juan Carlos Borbón por quemar su retrato, pues si Francisco Franco hubiera elegido a Carlos o Alfonso, serían sus retratos los que arderían en la Plaza del pueblo. El argumento contrario es que se injuria a la “corona”, y ahora entramos a defender desde el Código a la familia de los Borbones, la única defendida de ese modo en la legislación. Luego no hay animus iniurandi contra ese individuo en particular, sino un modo de manifestar que son republicanos y que no desean una monarquía de carácter medieval en España. La lectura del articulado del CP da vergüenza, pues nada hay que justifique que un político esté fuera de las críticas y de la quema simbólica de su imagen en tanto que es la muestra de la mayor repulsa hacia el mismo. ¿Qué bien se protege en el caso del Rey de España?. Dígase desde la racionalidad política, desde la lógica penal, y no entremos a valorar legitimidades históricas -siempre han sido reyes- porque entonces los descendientes de Pedro I (“el cruel” para unos, “el justiciero” para otros) estarían tan legitimados como éstos, y qué decir de la legitimidad de los republicanos que la adquirieron en las urnas, y no con las armas en las manos, como es el caso de los Borbones hace 300 años con Felipe V y hace más de 30 con Juan Carlos I. No creo que haga falta decir más, la derogación del articulado en que se pretende proteger -al modo del Antiguo Régimen- a una familia, a toda una familia, excluyendo a las demás, es un insulto y una afrenta para quienes pagan y sostienen el Estado de Derecho.
J. Saura, ministro de la Gobernación en Cataluña (Conseller) anda buscando a los republicanos que prendieron la mecha para entregarlos a la AN. Quieren cárcel para ellos, y que su condena sirva de ejemplo a los demás. En cierto momento afirmamos que el Derecho Penal del Enemigo (DPE) no estaba redactado contra los independentistas vascos, sino contra toda la población. Algunos pensaron que era una exageración, ahora toca a los republicanos y a los sindicalistas. Más adelante nos veremos todos, tiempo al tiempo, compartiendo rancho, mientras el socialprogesismo vive cómodamente en el reino de España.
Decía Unamuno -y no es santo de mi devoción desde que en agosto de 1936 se ofreció como Rector de la Universidad de Salamanca a los franquistas para depurar el magisterio en el Distrito- que un energúmeno es un hijo del demonio. Y lo es etimológicamente, cierto, y él utilizó esa expresión también para atacar a los republicanos en plena República. Contemos los hijos de Dios que son asesinos y que asesinaron en nombre de Dios (de cualquier dios), y ahora contemos los hijos del demonio que yacen en las cunetas. Si los republicanos de Girona son energúmenos, es evidente que Juan Carlos I y el propio Zapatero son hijos de Dios. Cuídense todos de sus padres. Y de sus abuelos.
Extraido de Insurgente
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