En Madrid existe un importante movimiento republicano explicitado en los últimos años, pero que no parece estar a la altura de las actuales circunstancias, al menos en lo que yo conozca y trascienda públicamente.
Pedro Casas
Ha bastado una viñeta en una revista, y unas decenas de personas quemando un retrato del rey, para que la monarquía, y los poderes económicos y políticos que la sustentan, se echen a temblar.
Bien es verdad que llueve sobre mojado, y el nerviosismo viene de atrás. Ya hubo otra viñeta publicada meses atrás en diarios vascos, objeto también de proceso judicial. Y desde hace años se está levantando todo un movimiento que va cada vez a más, con manifestaciones masivas y otras no tanto, pero de gran simbolismo, como ocurrió en la visita de los príncipes a poblaciones del sur madrileño, en las que el número de ciudadanos con banderitas rojigualdas era menor que el de los que enarbolaban la tricolor.
Se avecinan procesos judiciales que sin duda tendrán un efecto simbólico importante, para mal o para bien; sea porque consigan criminalizar la protesta, con la consiguiente atemorización de la población, o bien porque logremos que el coste político y deslegitimación consecuente, a través de la movilización, sea superior a las penas que traten de imponer.
Pero hay un aspecto importante en todo esto. Están tratando de asimilar el movimiento anti-monárquico con el independentismo, con la ruptura de la “indivisible unidad de la patria”. Sin negar, por supuesto, el derecho de quien lucha por ambos objetivos a la vez, es el momento de dejar bien claro que el movimiento anti-monárquico va mucho más allá de los sentimientos nacionalistas de algunos territorios de la geografía española.
Es aquí donde adquiere vital importancia que Madrid se incorpore a la iniciativa con su propia personalidad. En Madrid existe un importante movimiento republicano explicitado en los últimos años, pero que no parece estar a la altura de las actuales circunstancias, al menos en lo que yo conozca y trascienda públicamente. Sin ir más lejos, el otro día que declaraba en Madrid un acusado de quemar un retrato del rey, no habría seguramente ni 10 personas de la capital entre el grupo de ciudadanos que acudieron a la Audiencia Nacional a expresar su solidaridad.
Resulta URGENTE articular una contestación también desde aquí, desde la capital del estado, que exprese que el rechazo a la monarquía no es sólo por reivindicaciones territoriales (que evidentemente la república debe respetar y resolver), sino además por lo obsoleto de su existencia, por su herencia del franquismo, por su carácter explotador y especulativo en lo económico y profundamente antidemocrático en lo político.
Desearía equivocarme y rectificar públicamente, pero no podemos esperar de las organizaciones institucionalizadas que hagan más que aquello a lo que nos tienen acostumbrados (una moción o proposición para la galería). Es el momento de dar un paso más, y, ante el vacío de iniciativas, que sean las organizaciones de base, que se van formando a lo largo y ancho de nuestra comunidad, las que impulsen una propuesta de acción decidida y contundente. O estamos a la altura de las circunstancias y damos un paso decisivo adelante, o de lo contrario dejaremos que nuestras legítimas aspiraciones sean pisoteadas y ninguneadas, para quedar relegadas, una vez más, a las profundidades de nuestro sentimiento individual.
Pedro Casas, 26 septiembre 2007
Miembro del Ateneo Republicano de Carabanchel
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