viernes, 26 de marzo de 2010

Tauromaquia y maltrato, ¿existen diferencias?


¿Por qué en círculos taurinos demuestran tanta irritación y nerviosismo ante las declaraciones públicas de algunos ciudadanos, comparando la tortura extrema y muerte a las que se somete a los toros, con otras manifestaciones violentas en la que agresor y víctima son humanos? ¿Les inquieta tanta sinceridad?

Posiblemente, su reacción empapada de moralina hipócrita, venga determinada por el temor a que en la conciencia colectiva, se logre al fin dar el paso de no asociar la aplicación de conceptos como abuso, injusticia o crueldad, exclusivamente con el antropomorfismo del damnificado, y por el contrario, asimilar que una conducta dañina y aberrante lo es en si misma y no en función de la naturaleza del perjudicado.

Hemos visto estos días un experimento de la televisión francesa, en el que los participantes de un concurso, con la esperanza de llevarse un dinero, sometían a una persona a descargas eléctricas sin saber que se trataba de una simulación y que el desdichado electrocutado era realmente un actor. No piensen que mostraron excesivos remilgos en achicharrar al hombre. “Todo por la pasta”.

¿Harían esas personas algo similar con su vecino? Probablemente no, porque estarían cometiendo un delito, pero si como en el caso citado gozasen de inmunidad y tuviesen algún motivo, económico o por rencillas, para infligirle ese tormento, queda demostrado que serían capaces. Y Usted, ¿también estaría dispuesto a hacerlo? Supongo que es más difícil reconocerlo que vencer a la tentación si se presenta.

Pues igual con los toros. Se les tortura y mata porque es legal y beneficia a unos cuantos. Los impulsos violentos subyacen en todo ser humano. Algunos los controlan y no se dejan dominar por ellos aunque le procuren cierta satisfacción, otros, convertidos en siervos de sus instintos más ruines los liberan en menor o mayor medida dependiendo del interés que les mueva y de su temor a la justicia. Pero cuando la ley se convierte en cómplice, el único freno posible es la moral de cada cual y en esta materia, existe todavía un alto índice de analfabetismo, alentado por unos políticos más cómodos cuanto mayor sea la ignorancia.

Así, no sorprende que muchos taurinos, traten de satanizar a quienes en un digno ejercicio de ética y razón, comparan la lidia con la violencia de sexo, el acoso escolar o la infibulación, situaciones que se dan la mano con la negación de los derechos fundamentales de los animales no humanos, no olvidemos que sexismo, racismo o especismo son ramificaciones de un mismo cáncer social.

Ellos saben que su único recurso es hacer aparecer a los defensores de los animales como chalados para provocar su rechazo social, pero tal estrategia es endeble y mezquina. Ya lo dijo Lincoln: “se puede engañar a unos pocos todo el tiempo o a muchos algún tiempo, pero no a todos durante todo el tiempo”.


Julio Ortega Fraile

www.findelmaltratoanimal.blogspot.com

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